Estoy seguro de que has notado, o eres parte, de la creciente tendencia de lo que en marketing se ha denominado «Pet-Friendly» o «Pet-Lovers». Como sociedad, estamos pasando de la domesticación de animales para el beneficio del hombre a considerarlos un compañero leal, en el caso de las mascotas más comunes. En los últimos años, esas mascotas se convirtieron en parte de la familia, y ahora es más que común escuchar a las personas que se dirigen a los perros como “perrhijos”, dando así una concepción de una especie de amor filial en todo sentido.
Pero revisemos las implicaciones que anteceden a este fenómeno:
1. Con el cambio del sistema económico mundial, del capitalismo liberal, pasamos del sentido de colectividad al de individualidad; es decir, los intereses de cada individuo son más importantes que lo colectivo. Esto es no ver más allá de nuestro ombligo, convirtiendo al ciudadano en un “idiota”. Aclaremos que «idiota» (del griego *idiṓtēs*) originalmente significaba «ciudadano privado» o «persona particular», por lo que se refiere a todo aquel que solo le interesan sus asuntos y no se involucra ni interviene en los asuntos del pueblo, de la polis. Por lo que las generaciones que se erigieron después de la Segunda Guerra Mundial crecimos bajo ciertas premisas individualistas que forman parte del imaginario colectivo.
2. Lo anterior se conjugó con una política casi mundial: ¡tener menos hijos! El mundo atravesaba por un crecimiento que se proyectaba insostenible en recursos y se puso en marcha la política y promulgación de tener menos hijos. De hecho, en México, el eslogan de los 80 y 90 era “pocos hijos para darles mucho”. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de fecundidad en México ha decaído de manera histórica. En 2020, en términos globales, se encontró que las mujeres tenían en promedio 2 hijos. Este número representa una disminución importante en poco tiempo, dado que en 1970 la tasa era de, en promedio, 7 hijos por mujer (Colef.mx).
3. El mercado de los niños, el cual representaba un negocio jugoso para las grandes industrias, estaba cayendo en picada. Había que reemplazar este mercado, dando paso al mercado del «Pet-Friendly»; había que exacerbarlo, glorificarlo e imponer una agenda proteccionista hacia los animales, para formar una lógica progresista. Hoy en día, la industria global de mascotas genera anualmente $303 mil millones de dólares y está en constante crecimiento, con un aumento del 16% desde 2022. Esta industria incluye ventas de alimentos, productos, servicios de cuidado y servicios veterinarios, entre otros.
Esto no es una apología en contra de los animales o de las personas que los aman y han formado lazos emocionales con ellos, pues son muchas las evidencias que nos muestran los múltiples beneficios de tener lazos emocionales con los animales; sin embargo, como todo péndulo social, podemos ver que esto ya se fue de las manos.
Millones de niños menores de cinco años no tienen acceso a una alimentación nutritiva y variada, algo básico para su crecimiento y desarrollo, advierte UNICEF en su informe, publicado el 6 de junio de 2024.
Sí, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia acaba de poner el foco en una verdad incómoda: la pobreza alimentaria infantil está alcanzando niveles alarmantes, empujada por la desigualdad, los conflictos armados y los efectos cada vez más duros del cambio climático.
Harriet Torlesse, especialista en nutrición de UNICEF y una de las autoras del informe, lo dice sin rodeos: uno de cada cuatro niños en el planeta vive con una dieta extremadamente pobre, comiendo apenas uno o dos tipos de alimentos al día.
“En Afganistán, por ejemplo, hay niños que solo tienen un trozo de pan o un poco de leche para pasar el día. Nada de verduras, nada de frutas, ni proteínas de calidad. Eso no es vida”, aseguró en entrevista con Noticias ONU. Y tiene razón: nadie puede desarrollarse, crecer o aprender si su estómago está vacío y su cuerpo carece de lo esencial.
El paralelismo que uso en este artículo entre hijos y mascotas (animales domésticos) es con toda intención, pues fueron “productos sustitutos” bajo los intereses del capital. En realidad, no importan los niños o el bienestar de los animales; el objetivo último son las ganancias y la productividad.
Puedes darte una vuelta en cualquier supermercado o grandes centros comerciales; verás que cada día hay un mayor protagonismo del mercado para las mascotas, desde alimentos hasta medicina, ropa y andaderas… sí, andaderas y carriolas. Como dije, ya se nos fue de las manos; estamos llegando al punto de hacer con los animales lo mismo que hicimos con las generaciones más jóvenes: estamos impidiendo desarrollar su máximo potencial. Lo que pensamos que es un acto de amor, es un acto inhumano e irresponsable.
Ya lo decía Aristóteles: cada ser vivo, incluyendo plantas, animales y humanos, tiene un «telos» o fin intrínseco que se esfuerza por alcanzar, su potencial máximo. Para las plantas, el telos es la vida vegetal plena, con crecimiento, reproducción y supervivencia. Para los animales, es el desarrollo de sus capacidades sensoriales, motoras e instintivas, que les permite adaptarse a su entorno. Y para los humanos, el telos es el desarrollo de la razón y la virtud, que les permite alcanzar la «eudaimonia» o felicidad.
Hay mucho por reflexionar, pero el ejercicio que yo propongo con estos artículos es poner en tela de juicio nuestras creencias, usar el pensamiento crítico para no ser víctima de manipulación. Tamizar, entonces, nuestras ideas y pensamientos, mirándolos desde diferentes ángulos, nos ayudará a tomar decisiones razonadas.
César Alemán
11 | Junio | 2025