Para poder responder la pregunta que encabeza este artículo, bien vale la pena revisar la sabiduría griega —cuna del pensamiento como lo conocemos hoy en día—, la cual, en su pedagogía, utilizaba la mitología. Por eso, compartiré brevemente la historia de Teseo, hijo del rey Egeo.
El rey Egeo, gobernante de Atenas, tenía un problema: no podía tener hijos, y temía que su linaje terminara con él. Buscando una solución, viajó al Oráculo de Delfos para pedir consejo. El oráculo, como era costumbre, le dio una respuesta críptica:
—No desates el odre de vino antes de llegar a casa.
Confundido, Egeo fue a casa de Piteo, rey de Trecén, quien era conocido por su sabiduría. Piteo entendió el mensaje del oráculo (que en realidad le decía a Egeo que tendría un hijo si se unía con una mujer esa misma noche) y aprovechó la situación: emborrachó a Egeo y lo hizo acostarse con su hija, Etra.
Pero aquí la historia toma un giro mitológico: esa misma noche, Etra también fue visitada por el dios Poseidón. Así que, según la tradición, Teseo nació de la unión de un humano (Egeo) y un dios (Poseidón), lo que lo convirtió en un héroe semidivino.
Antes de irse, Egeo dejó bajo una gran piedra una espada y unas sandalias, con la instrucción de que su hijo, al alcanzar la madurez, debería recuperarlos como prueba de su linaje. Al cumplir 16 años, Teseo levantó la piedra, tomó los objetos y emprendió un viaje lleno de desafíos hacia Atenas. En su camino tuvo que enfrentar muchos peligros y obstáculos para reclamar su legítima identidad como heredero al trono de Atenas.
Al llegar, el rey Egeo y su esposa en turno no sabían quién era aquel joven con fama de héroe. Por temor a que representara una amenaza para la corona, acordaron invitarlo al palacio para agasajarlo… y envenenarlo durante la cena. Teseo esperó pacientemente a que su padre lo reconociera, pero pasaba el tiempo y eso no ocurría. Finalmente, al llegar la hora de partir el pan, y en un acto de desesperación, Teseo sacó su espada para cortarlo, esperando que el rey la reconociera. Así fue: acto seguido, Egeo tiró de un manotazo la copa envenenada, y ambos se fundieron en un abrazo.
Hasta aquí el relato de Teseo. Ahora revisemos puntualmente la mitología y comencemos a desentrañar qué tiene que ver esto con la pregunta que originó este artículo.
El rey Egeo decide que, antes de que el joven Teseo conozca su verdadero linaje, debe crecer al cuidado de su madre y del sabio rey Piteo, donde se nutrirá de amor, valores familiares y sabiduría. Solo entonces, cuando se haya formado su identidad de origen, podrá enfrentar el reto de levantar la piedra y acceder a los símbolos de su herencia.
Podemos interpretar lo anterior de la siguiente forma:
- La fuerza física para levantar la piedra puede entenderse como la fuerza psíquica que un niño desarrolla durante su crianza, en un entorno de amor, pero también de límites, jerarquías y principios de comunidad.
- La piedra representa la pesada carga de la responsabilidad, que implica hacerse cargo de uno mismo.
- Las sandalias dejadas por su padre simbolizan la empatía, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Para gobernar un reino, un hogar o incluso a uno mismo, es fundamental pensar en los demás.
- La espada representa las herramientas de educación, coraje y visión de propósito, que nos permiten conquistar nuestras metas en la vida.
- La travesía de Teseo es análoga a la que deben enfrentar los adolescentes de hoy: bullying, ciberacoso, nomofobia, acceso a contenidos inapropiados como la pornografía, pérdida de tiempo y demás riesgos que trae consigo la vida virtual.
- El encuentro con el rey Egeo podría entenderse, en términos freudianos, como la integración de un Yo equilibrado con el Superyó.
- Finalmente, el reconocimiento del padre simboliza la fusión del Yo real y el Yo virtual. Es decir, un joven que primero construyó su identidad en el mundo real, nutrido por su tribu (familia nuclear y colegio), y que al llegar al mundo digital sigue siendo el mismo: auténtico, coherente, íntegro, tanto en la red como en una charla de café con sus amigos.
No, no hay una edad exacta para entregar un celular a un niño. Y si la hay, yo no la tengo. Lo que sí es cierto es que hay muchas otras cosas que conquistar en el desarrollo infantil antes de preocuparnos por ese momento. Porque aunque el celular por sí mismo no hace daño, lo que se encuentra dentro de él sí puede dañar profundamente la psique y la autoestima de los niños.
La prisa del mundo actual, el FOMO (miedo a perderse algo) de la vida virtual, y la ansiedad que esto genera en la vida real, crean el ambiente perfecto para elegir lo “práctico” por encima de lo recomendable. Darle un celular a un niño para que se distraiga puede generar, a la larga, adultos distraídos, carentes de propósito, ansiosos y frustrados por no alcanzar las metas que las redes sociales, las plataformas de streaming y los coaches de productividad les vendieron.
La invitación es clara: antes de preguntarte si ya tiene la edad para usar un celular, pregúntate si ya tiene los nutrientes internos suficientes. Si ya está listo para levantar su propia piedra.
Cèsar Alemán
17 | Abril | 2025