De acuerdo con la investigación de Yuval Harari en su libro Sapiens, lo que convierte al hombre en una especie superior es la capacidad de cooperar. Fue a partir de esta capacidad que pudimos sobrevivir durante tantos miles de años. Sin embargo, en la época moderna existe otro camino más valorado: la competencia.
Según la RAE, la palabra «competencia» tiene dos acepciones. La primera se refiere a la disputa o contienda entre dos o más personas. Por otro lado, la segunda acepción se refiere a la incumbencia, pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo.
Es interesante cómo los modelos más populares, tanto educativos como laborales, se basan en la competencia y pocas veces en la cooperación. De hecho, la cooperación es vista a menudo como una herramienta de la competencia.
Revisemos la competencia en sus dos acepciones y cómo estas forman parte de la cosmovisión de los últimos 30 años.
Competencia 1: Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo
La primera reflexión sobre esta definición se centra en las posiciones opuestas: la carrera por ser mejor que el otro, por vencer al otro. Es entonces cuando el otro se convierte en un enemigo a vencer; somos «nosotros» por encima y en contra de los «otros». Esto aplica a empresas, atletas, estudiantes, hermanos o parejas. Debemos darnos cuenta de que esta visión está tan instalada en nuestro imaginario que forma parte de nuestras creencias, y por ello valoramos este sentido de competencia en contra de la otredad.
Competencia 2: Incumbencia, pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado
Pasemos ahora a revisar la acepción dos, la cual no es la primordial, pues está supeditada a un segundo escalón. En esta acepción, si bien la competencia se convierte en un valor o aptitud de las personas o entidades grupales, también obedece a mirar hacia adentro, a ensimismarse en el poder del «Yo», del «nosotros», de la figura en primera persona, excluyendo intrínsecamente al otro.
En contraparte, tenemos la cooperación: «Obrar juntamente con otro u otros para la consecución de un fin común» u «Obrar favorablemente a los intereses o propósitos de alguien». Si revisamos la gran diferencia entre desechar a los otros y obrar conjuntamente, estamos incluyendo a los demás para lograr fines en común.
La reflexión más grande y poderosa se encuentra al inicio de este mismo artículo: «en la cooperación estriba que hayamos sobrevivido tantos años como especie».
Si esto es así de poderoso, ¿por qué entonces la competencia es nuestra filosofía de vida moderna? La respuesta es multifactorial, pero a la vez llega a lo mismo: los intereses de algunos que quieren perpetuarse en el poder, definiendo poder como el azucarado placer del mando, los privilegios y el confort.
La realidad es que la carrera por la individualidad no es nada descabellada, pues, al menos en los últimos 30 años, la lógica del éxito se centra en el capacitismo, y esto es personal: depende de mí.
Tantos años de bombardeo del mensaje: «Si lo deseas y trabajas duro por ello, lo puedes lograr», «Just Do It» (es decir, no des pretextos y haz lo que sea necesario para lograrlo, tú puedes). Y entonces, si tú no puedes, alguien más sí podrá y te lo quitará; por ello, compite.
Luego, la creencia en la individualidad y en las capacidades propias de cada persona son el factor único y determinante para conseguir o no los logros, sin voltear a ver que son las condiciones estructurales lo que posibilita o no lograr determinadas cosas. Sí, soy responsable de mi vida y mis decisiones, pero no soy en última instancia el único que posibilita eso; mi raza, mi familia, mi religión y mi lugar de nacimiento, la educación a la que tuve acceso, entre tantas otras cosas, también influyen. Por ello, la cooperación sí es posibilitadora, pues parte de la ayuda proactiva y direccionada hacia fines comunes. Por eso, las sociedades con filosofías cooperativas son aquellas en las que los individuos pueden lograr más cosas para todos y en lo individual.
Si aplicamos enfoques de cooperación en nuestras relaciones, tanto afectivas como profesionales, tendremos vidas más plenas.
Cèsar Alemán
28 | Mayo | 2025