Las sociedades en el mundo van evolucionando, aunque para algunos las sociedades modernas han involucionado en ciertos aspectos; es una cuestión de perspectivas, claro.
Las relaciones humanas también han experimentado cambios sustanciales, la mayoría con fines de supervivencia y para preservar la especie. Recordemos que nuestro cerebro reptiliano tiene dos pautas principales: no morir y reproducirse. Si lo analizamos bien, en realidad es una sola: perpetuar la especie.
Con esto en mente, hablemos de lo que por miles de años ha permitido la perpetuación de la especie: tener relaciones sexuales (macho y hembra). Con el paso de los años y la evolución del cerebro humano, donde se generan las experiencias en combinación con los sentidos y la capacidad de crear un mundo interior sobre la percepción del mundo exterior, surgen los deseos, los gustos y, sobre todo, las posibilidades.
El sexo deja de ser solo un mecanismo de reproducción y perpetuación de la especie para adquirir un significado emocional; ya no solo se busca tener relaciones para reproducirse, sino para el deleite. El deleite se convierte en fantasías y, una vez más, la mente dota de posibilidades infinitas.
Los antropólogos han deducido que la filogenia del hombre fue incorporando diferentes modelos de «familia». Dicho lo anterior, esa célula central de las sociedades, de hecho, la sociedad, era ese grupo de personas que convivían juntas para colaborar y sobrevivir. Es decir, la familia/sociedad surge de la mera necesidad de sobrevivir, no de vínculos afectivos; estos últimos surgen con la convivencia.
¿Por qué dar toda una disertación de la evolución para llegar a las relaciones abiertas?
Porque, como dijera Hegel, «somos hijos de nuestro tiempo». Esto es, en cada era en la que el hombre ha participado, las relaciones humanas, sociales y afectivas han tenido diversas características. En los últimos tiempos, y de manera casi general, al menos en Occidente, la familia o la pareja había sido más o menos la misma desde los últimos tres siglos: Hombre + Mujer = Pareja; Mamá, Papá, hijos = Familia.
Hasta apenas el siglo pasado, esta conformación cambió, primero de facto y luego a niveles legales. Los matrimonios ya no son exclusivos de hombre y mujer; ahora pueden ser entre personas del mismo sexo. La familia ya cambió:
a) Mamá, Papá, hijos
b) Mamá, Mamá, hijos
c) Papá, Papá, hijos
d) Mamá, Papá, hijos de ambos y los de cada uno.
e) Etc., etc., etc.
Dentro de las relaciones de pareja, y tal como se constituyen, eran básicamente monógamas, insisto, al menos en Occidente. Por lo tanto, esta manera de ser pareja establece la etiqueta de «normalidad a la monogamia». De hecho, en el pensamiento colectivo, es la única manera de concebir una relación amorosa de pareja.
Pero nuevamente, nuestro cerebro no ve límites y considera posibilidades, por lo que surgen nuevas maneras de ser o estar en pareja: las relaciones abiertas y el poliamor. Aunque pueden ser similares, hay diferencias sustanciales. Explico:
a) Relaciones abiertas: Dos personas que acuerdan estar vinculadas afectiva y sexualmente, pero con exclusividad solo en la parte afectiva, permitiendo a ambas partes tener relaciones sexuales extramaritales con quien deseen sin que esto se considere una falta o infidelidad.
b) Poliamor: Un grupo de personas que deciden vincularse afectiva y sexualmente.
¿Puede haber poliamor en relaciones abiertas? Claro, la imaginación es el límite.
Aquí es donde surgen los retos para las mentes tradicionales o rígidas, donde la moralidad es heredada de sociedades regidas por la religión, en las que había lineamientos claros sobre qué está «bien» y qué está «mal», qué es permitido y qué no.
Te recuerdo que mi intención al escribir estos artículos es ofrecer una visión sobre nuestros tiempos y hacer preguntas, derribar prejuicios y crear pensamiento crítico. Podemos estar de acuerdo o no, pero no podemos cerrarnos a no mirar lo que acontece en nuestros tiempos y no preguntarnos seriamente sobre nuestras creencias y limitaciones. Después de reflexionar y revisar dichos acontecimientos desde diferentes ángulos, entonces sí podemos decir: respeto, pero eso no es para mí.
Habiendo dicho eso, y en relación con ello, para quien esto escribe supone un ejercicio muy interesante, ya que el trabajo de un psicólogo no es moralizar o enjuiciar al consultante, sino ayudarlo a regular su mundo interior con el exterior, a que por sí mismo pueda reflexionar y llegar a un mejor lugar para él.
Las relaciones abiertas, al igual que las exclusivas, requieren honestidad y confianza, que desde mi punto de vista son la razón fundamental por la cual surgen tanto las relaciones abiertas como el poliamor. Veamos por qué lo digo.
No hay una investigación seria sobre la tasa de infidelidad en el mundo, solo algunos datos generales que marcan entre un 23% y un 40% de las parejas son infieles. Esto sin contar algunos estudios lanzados en ciertos países de Occidente donde Tailandia muestra ser el país registrado con más infidelidades, con un 56%. ¿Esto qué nos quiere decir? Que tal vez el problema no es querer o tener relaciones con alguien más aparte de tu pareja, más bien es un problema de honestidad entre las partes.
Esto es difícil de poner en perspectiva, ya que para muchos, a priori, parecería una aberración tener una relación abierta. Más bien, es miedo a darle abiertamente la oportunidad a la pareja de que ella decida por cuenta propia diariamente si quiere tener sexo con alguien más. Aquí se entremezclan problemas de autoestima, celotipia, egoísmo, deshonestidad, miedo al abandono, etc.
Uno de mis escritores favoritos por su sensible y abierta manera de pensar es Jorge Bucay; él dice: «Se ama con los brazos abiertos». “No quiero que me elijas de una vez y para siempre, porque lo que ayer elegiste por cuenta propia y hoy ya no, se convierte en cárcel. Quiero que me elijas todos los días, y cuando ya no, que me mires a los ojos, me lo digas y te alejes”.
Las relaciones abiertas, evidentemente, no son para todos, al menos no lo son para mí. Sin embargo, no solo respeto a quienes así deciden llevar sus relaciones de pareja, sino que admiro su valentía de enfrentar con honestidad su decisión de darle libertad expresa a su relación en la parte sexual, aun a riesgo de saber que el sexo en muchas ocasiones lleva a despertar sentimientos hacia la contraparte y eso puede derivar en enamorarse de las parejas sexuales extramaritales, aunque quién sabe, siempre está la posibilidad de convertirse en poliamor.
La palabra clave aquí es «posibilidades«.
Cèsar Alemán
25 | Julio | 2025