CésarAlemán

Pan y circo

Pan y circo

 «panem et circenses»

Seguramente habrás escuchado esta expresión y, seguramente también, sabes a lo que se refiere de manera orgánica por la historia misma de la frase. Sin embargo, para transmitir mejor la idea de este artículo, permíteme explicar.

«Al pueblo, pan y circo» —del latín «panem et circenses»—, se originó entre los gobernantes de la antigua Roma, precisamente porque acostumbraban ofrecerlo al pueblo a cambio de obediencia, de su confianza y, sobre todo, de mantenerse alejados de los asuntos que preferían conservar dentro del círculo político.

En aquellos tiempos, la forma de «entretenimiento» eran espectáculos de diversa índole: deportivos, de competencia y de audacia, como luchas de gladiadores, carreras de carros y otras actividades que generaban entusiasmo y diversión.

Entendamos, entonces, qué decimos cuando mencionamos «entretenimiento»: este implica la acción de mantener la atención y el interés de alguien de manera agradable, ya sea a través de juegos, espectáculos, pasatiempos o cualquier otra actividad que brinde diversión y placer, con el único fin de distracción. Curiosamente, hoy en día, «distracción» comparte sinónimo con «entretenimiento». Empero, revisemos la etimología de la palabra «distracción», que proviene del latín «distractio«, que significa «separación» o «desviación».

La intención de los gobernantes en el poder era, entonces, separar al pueblo de lo que verdaderamente le interesaba, desviar su atención de los problemas y decisiones políticas que condicionaban el rumbo de sus vidas.

A pesar de todos estos siglos que han pasado, las estrategias no han cambiado mucho; de hecho, se han perfeccionado. Los actores han cambiado, el entretenimiento ha evolucionado, pero el objetivo sigue siendo el mismo: «panem et circenses». Las macroestructuras del mundo contemporáneo, el posmoderno, dentro de un sistema de producción capitalista tardío, ya no son solo los gobernantes a quienes les interesa tener distraídos a sus gobernados. Son los grandes intereses del capital los que urgen distraer de lo esencial para el bienestar de las personas y de los colectivos.

Si observamos bien, con el paso de todos estos siglos, se han logrado diversas cosas que iniciaron con el pan y circo como medida exitosa de gobernanza:

  1. Separar: Hemos sido separados, aislados en una cultura de la individualidad, ensimismados en nuestros propios intereses, sin escuchar ni querer ver hacia afuera.
  2. Desviar: Nuestra atención y dirección han sido desviadas para que no nos demos cuenta de que hemos sido reducidos a la categoría de instrumento de productividad y consumo.
  3. Entretener: Nuestra vida transcurre esperando (deseando) que llegue lo siguiente para ser felices, poniendo nuestra vida en pausa (en espera) entre el sueño y el deseo.
  4. Obediencia y confianza: Sin darnos cuenta, somos obedientes y confiamos, ya no necesariamente en personas o instituciones, sino en nosotros mismos. Recordemos que hemos sido separados del grupo, hemos heredado desconfianza en la otredad, por lo que confiamos en el mensaje que dice: «Si te lo propones, tú siempre puedes», «Querer es poder», «Tú eres el único responsable de lograr tus éxitos».

No son unos cuantos en algún lugar los que han planeado este teatro y procederes en un tiempo determinado con fines específicos, sino el resultado de intereses de diversas personas que han buscado perpetuar un sistema que les beneficie. Bajo la lógica del poder que da el dinero, confabulados con la clase gobernante, al llegar ahí se instala un aura de «poder» que, al mismo tiempo, se retroalimenta y crea estos círculos de poder e intereses monetarios compartidos.

Hoy en día, somos nosotros mismos quienes elegimos estar distraídos y ocupados, autoexigiéndonos alcanzar el «éxito». Somos esclavos y amos a la vez, somos jueces y verdugos. Somos nosotros quienes, de manera «libre», nos sometemos a altas expectativas y nos comparamos con la otredad. El «deber ser» se convierte en la vara más alta que nosotros mismos insistimos en subir cada vez más. Nos exigimos producir más, no solo dinero, también ser más delgados, más jóvenes, más informados, ¡más, más y más de todo!

Estamos inmersos en una carrera sin fin, donde creemos que nuestras aspiraciones son auténticas, que nuestros sueños son elegidos por nosotros, sin darnos cuenta de que son parte de la distracción. Como decía Antoine de Saint-Exupéry en El Principito: «Lo esencial es invisible a los ojos».

Cèsar Alemán

21 | Mayo | 2025